¡Cómo llueve!, pero ya saben, “la lluvia en Sevilla…”, además, vendrá bien para esos macetones, donde han metido algunos árboles, al lado de las vías del tranvía… y para alguna otra fotografía que me dispongo a hacer en cuanto pare.
Turistas alrededor de la Catedral y coches de caballos, me fijo en un cochero algo mayor, repeinao, grandes gafas de sol muy modernas, satisfecho de sí mismo mientras canta “que viva la buena gente”. También veo un cartel del Corpus Christi colgado de las rejas de la Catedral.
Lo que espero que no cambie nunca en Sevilla son sus calles, sus gentes, sus palacios convento e iglesias, su arquitectura en general. Todo unido a un pasado que se puede ver termina creando un conjunto inigualable.
Estoy, una vez más, en la Iglesia de San Antonio Abad, mejor dicho, en su patio delantero, porque lo que es a la Iglesia nunca he entrado. Es pequeño y bello en su sencillez. El pozo lleno de macetas, cruces, vírgenes, santos, y sobre todo la más diminuta de sus figuras: San Judas. Está sobre un breve pedestal dentro de una pequeña hornacina, es la que más muestras de devoción, velas y flores tiene. Las columnas dan sustento al soportal y cubren a los feligreses que constantemente desfilan y echan su ratito con la imagen.
Aurelio, encuentro un punto de felicidad en el rostro de las personas que por aquí pasan.
Y fuera, ya enfrente, El Corte Inglés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario