jueves, 17 de julio de 2008

INTRODUCCIÓN

Sé, por vosotros mismos, que con frecuencia leéis estas líneas en compañía de vuestras esposas –ya he visto como se suman a nuestra alegría cuando nos encontramos–, y que también le comentáis de vez en cuando a vuestros hijos “mira este lo que escribe aquí, ahí también estaba yo”.

Ha llegado el verano, los viajes, las salidas son ahora más frecuentes, y nuestros hijos, cómo no, nos van acompañando… al menos a sumar años, ya van siendo mayores –mi hijo, por ejemplo, ha cumplido los 23, y mi hija 20–. Así que todo esto lo voy a introducir en una coctelera, a ellas –nuestras parejas–, a ellos –nuestros hijos–, al tiempo actual, a nuestro pasado, a su futuro que algo también compartiremos; y además, uno de mis frecuentes viajes por motivos de trabajo en los que, a veces, me hago acompañar de una cámara fotográfica; y como digo, lo he juntado todo y lo he agitado –porque hay que agitar para que la cosa coja fuerza– y a ver qué sale.

Una mañana cualquiera de esta primavera pasada, salgo de Málaga antes del amanecer, tengo la intención de desayunar en el centro de Sevilla, quiero ver algunas cosas que me rondan por la cabeza y después atender unas reuniones de trabajo que me ocuparán gran parte del tiempo.

Este relato recoge solo esas horas que yo, desde hace algún tiempo, busco para mi.

Y como dicen en las películas: basado en hechos reales.

Así pues, va por ellas, va por ellos…

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